miércoles, 12 de febrero de 2014

Hearts: una historia de alcohol

Yo antes tenía problemas con el alcohol. Bebía mucho whisky todos los días. Ahora estoy mejor, con unas pintas tengo suficiente.

Sé que he tenido muy abandonado el blog, que, por obligación, no he podido estar tan al tanto del fútbol escocés como solía y querría y que, posiblemente, este post os deje un poco fríos, tanto por la inactividad del que escribe como por el escaso contenido en fútbol. Aún así, no se me ocurre una mejor forma de devolver la vida a "El grito" que con una historia muy personal.

Os invito a que, mentalmente, viajéis hasta el mes de Octubre. Para los universitarios, el mejor mes del año. Para los currantes, un mes de "cómodo" descenso tras coronar la cuesta de Septiembre. Para mí, un mes exactamente igual que los tres anteriores. En la rutinaria vida de la persona que mide las horas en páginas y comidas, recibir una llamada en un horario poco habitual es una suerte de reto al que no sabes cómo hacer frente. Una tarde de Octubre sonó el teléfono. Al otro lado, un gran amigo quería comentarme la posibilidad de hacer un viaje a Escocia en Febrero para visitar a otro amigo que pasa sus días en esa maravilla de ciudad que es Edimburgo y, además, hacer un tour por el resto del país. Para un amante de Escocia que estaría recién salido del infierno no podría haber un plan mejor. Como era de esperar, lo primero que hice fue mirar el calendario de partidos tanto de Liga como de Copa. Primer chasco: llegamos sábado a las 14:30 (aunque para Ryanair eso signifique las 16:00) y, salvo un Dundee United-St.Mirren, toda la jornada de Copa arranca a las 15:00. El mosqueo se pasa rápido porque, al tener otro fin de semana más, no iba a haber demasiado problema para encontrar algún estadio que quisiera acogernos para ver ese tipo de fútbol que tanto amo. El equipo estaba formado: tres expedicionarios para el primer fin de semana y visita "en pareja" la semana siguiente. Todo estaba saliendo a pedir de Milhouse hasta que uno de los viajeros decidió emular al Fenómeno y dejarse la rodilla en una cancha de fútbol.

Y ahora, ¿qué? Las opciones eran claras: recortar el viaje, dejarlo en un fin de semana y pasar por Escocia sin ver fútbol o recorrer el país en solitario durante una semana y poder volver a vivir esa maravillosa experiencia que solo el fútbol escocés es capaz de aportar a un zumbado como yo. Querer es poder, salvo cuando tu cuenta corriente tiene más telarañas que la habitación de Spiderman. Tocaba dejar el viaje en 3 días y aprovecharlos para "despejar" la mente de cualquier pensamiento nocivo acumulado en las semanas previas. Tras un sábado noche alegre (con su correspondiente mañana triste) y un paseo de domingo bajo el frío y la lluvia, decidimos recoger nuestras velas y poner rumbo al pub más cercano al piso donde estábamos alojados. Y aquí comienza el fútbol.



El International Bar de Edimburgo es un pub estándar. Pequeño, con mesas de madera, una barra con una modesta selección de cervezas de barril y, al fondo, una mesa de billar donde un par de paisanos echan una partida mientras apuran sus pintas de Tennents. En la tele, más pequeña que la que tendréis la mayoría de vosotros en vuestras casas, un Sevilla-FC Barcelona al que nadie parece prestar demasiada atención. Pido un Highland Park para entrar en calor y tomo asiento junto a mis compañeros en una incómoda mesa empotrada. A los pocos minutos se nos acerca Kenny, un señor de unos 60 años un poco pasado de vueltas. Kenny comienza a hablar con nuestro anfitrión en Edinbra, que le dice que soy aficionado al fútbol escocés. Tras su cara de sorpresa inicial se coloca a mi lado y empieza a hablarme en un inglés prácticamente incomprensible para un heredero de Chico Flores sobre el Hearts, su vida. Así fue pasando la noche, mientras Kenny se mofaba del camarero del pub (hincha del Celtic) y de un chaval que, según dijo, jugaba en las categorías inferiores del Hibs. Tras rechazarle la invitación a salir a fumar (no precisamente un cigarro) y ofrecernos algún otro tipo de sustancia, el bueno de Kenny volvió al pub para darme un solomillo de ternera y decirme que volviera al día siguiente.



Tras apurar el último día en la capital de Escocia volvimos al International Bar. Allí estaba Kenny, con un gorro del Leeds y un polo del Barça. Nada más entrar se acercó hacia mi con una bolsa de plástico en la mano. "Toma, esto es para ti". Dentro, una camiseta del Hearts de esta temporada. "Quiero regalarte mi camiseta del Hearts. Esta mañana nada más levantarme la metí en la lavadora y quiero que te la quedes". No estoy seguro, pero probablemente mi cara de sorpresa fue aún mayor que la del bueno de Kenny cuando se enteró que me gustaba el fútbol escocés. Tras agradecérselo enormemente y conseguir invitarle a una pinta a regañadientes (me lo compensaría pagándome tres más) mantuve otra gran conversación con Kenny mientras mis amigos hablaban del referéndum escocés con una pareja que se acercó a interesarse por nosotros. Mientras tanto, Kenny seguía a lo suyo: riéndose de la camarera de esa noche (hincha del Hibs), contándome sus viajes por Europa para seguir al Hearts y bebiéndose las pintas de Best en dos tragos. Intenté regalarle uno de mis objetos más preciados (no me queda duda que esa camiseta lo era para Kenny) pero no fue capaz de aceptármelo, así que prometí volver algún día al International Bar para llevarle una camiseta del Real Murcia. No sé cuándo iré, cómo iré y ni siquiera sé qué clase de persona seré, pero antes o después conseguiré que Kenny tenga algo para contar a sus amigos en un bar, algo similar a lo que estoy haciendo con vosotros.




lunes, 11 de marzo de 2013

Más al Norte, más arriba

10 de Abril de 2010. 7000 aficionados de un club de First Division viajan a Glasgow para presenciar un partido histórico. Su club, su Ross County, disputa en Hampden la semifinal de la Scottish Cup contra el todopoderoso Celtic, que vive una convulsa temporada y se aferra a la Copa para maquillar el curso. Pocos de los 7000 (de una localidad de 5300 habitantes) que ese día se iban a cruzar Escocia pensaban que ese modesto equipo de Segunda se iba a plantar en la final tras tumbar a los Bhoys del recién llegado Neil Lennon gracias a los goles de Steven Craig y Martin Scott.



Pasó la final, pasaron dos temporadas hasta que el Ross County pudo hacerse un hueco en la SPL. El club, un histórico de la Highland League, entró en el sistema de la SFL en la ampliación del año 1994. Tras unas cuantas temporadas en First Division, en Dingwall apostaron por un proyecto fuerte para lograr el ansiado ascenso a SPL. Comandados por Derek Adams, el entrenador que les llevó a Hampden, y con varios fichajes de alto nivel para la categoría, los Staggies ascendieron por la vía rápida, coincidiendo con el segundo aniversario de la semifinal de Copa. Todo un hito para esta pequeña ciudad, que se convertía en el lugar más al norte de la SPL.

La temporada arrancó de forma titubeante, con los malos resultados habituales de un recién ascendido para el que el periodo de adaptación se disputa con puntos en juego. Siempre al borde del descenso (aunque sin grandes apuros, por la floja temporada del Dundee FC) y con muchos de los 7000 que fueron a Hampden fuera del estadio (con una capacidad de 6200 espectadores), parecía que una permanencia sin mucho sufrimiento en el Bottom Six sería el objetivo básico de la temporada. 

Pero llegó el Boxing Day, y los Staggies viajaban a Edimburgo para enfrentarse al Hibernian, una de las sensaciones de la temporada. Esa victoria por 0-1 merced al gol del capitán Richard Brittain hacía que el equipo tomara aire justo antes del parón invernal. Y la vuelta no pudo continuar mejor, enlazando una racha de 10 partidos sin perder (7 victorias y 3 empates) que aupaban al equipo al Top Six y lo dejaban rozando los puestos europeos. Las claves del cambio: la consolidación del equipo y algunos buenos refuerzos, como el lateral izquierdo griego Ikonomou y, sobre todo, el veterano mediapunta norirlandés Ivan Sproule, que con 5 goles desde su llegada ha ayudado al cambio radical del equipo.

Y llegaba el Celtic, tras caer eliminado con honor de la Champions League y con la liga sentenciada. De nuevo, pocos de los más de 6000 espectadores que abarrotaban Victoria Park hubieran vaticinado el resultado final del partido tras unos primeros 20 minutos en los que el Celtic se pondría 0-2 gracias a un gol olímpico de Charlie Mulgrew y otro de Hooper. Cuando todo parecía cuesta arriba para los Staggies, dos goles en cinco minutos de Grant Munro (que ya quitó una liga al Celtic con un gol in extremis  con el Caley)  y Sammy Morrow igualaban un partido que parecía perdido. En las postrimerías del encuentro, cuando todo parecía encaminado al empate, un gol de otro recién llegado, el delantero alemán Steffen Wohlfarth culminaba una histórica remontada para mantener el sueño europeo de un pequeño pueblo que ya sabe lo que es tumbar en dos ocasiones a un Campeón de Europa.